
Su corazón se paró.
Como las agujas de un pequeño reloj suizo al quedarse sin pila, se volvió vacía e inservible. En un mundo tan imperfecto, que ni siquiera el cielo era real, ella pertenecía al pasado, como las estrellas que observaba cada noche. Ahora era una muñeca sin vida y seguramente se rompería en mil pedazos al mínimo roce, se desharía como el cartón bajo el agua, ya no sabría que es vivir, no sabría que es despertarse temprano y notar las frías baldosas bajo los piés, que es una sonrisa o que se siente al rozar las nubes con los dedos.
Silenciosamente, dejó de existir.